Fue uno de los principales empeños de Gaspar Melchor de Jovellanos, y, finalmente, el 6 de enero de 1794 se inauguraba el Real Instituto Asturiano.
Un proyecto ambicioso que en poco
tiempo se convertiría en la segunda biblioteca más importante de Asturias, tras
la de la Universidad. Curiosa y desgraciadamente, ambas serían destruidas a
principios del siglo pasado: la ovetense en 1934 y la de Gijón en el transcurso
de la Guerra Civil. Los primeros fondos de aquella biblioteca fueron
donados por el propio Jovellanos, así como por su hermano, Francisco de Paula.
A finales del siglo XVIII la biblioteca ya
contaba con cerca de trescientas obras en más de setecientos volúmenes, de
manera que, aunque el Real Instituto Asturiano se
ubicó en un primer momento en la Plazuela de Jovellanos, Carlos IV decidió
asignar fondos y pensiones para construir una edificación nueva que se adecuase
a sus intenciones. Expoliada por las tropas francesas en dos ocasiones, en 1816
reunió buena parte de la colección personal de Jovellanos, quien así lo dispuso
en su testamento. 4.854 volúmenes y 520 cuadernos y folletos se agruparon
finalmente en un Real Instituto que, a lo largo de ese siglo, fue
sumando diferentes fondos de relevantes donantes. En 1885 llegó a contar con
cerca de doce mil quinientas obras, entre las que destacaban tres manuscritos
anteriores al siglo XV, siete incunables, 256 impresos del siglo XVI, 301 del
XVII y 5.797 del XVIII.
De Biblioteca del Instituto a
Biblioteca Pública del Estado
En 1896 se incorporaba al centro un miembro del Cuerpo de Facultativos de Archiveros,
Bibliotecarios y Anticuarios, por lo que la biblioteca pasó a tener la consideración de
pública, y que, aunque no destacaba por la actualización
de sus fondos, sí poseía una valiosa colección de bocetos, donada por el propio
Jovellanos, entre los que había obras de Murillo, Velázquez, Rembrandt o
Durero, entre otros.
Se puede decir que en aquel momento la
Biblioteca era ya una de las más importantes de Asturias, pero al compartir
instalaciones con el cuartel de Simancas, durante la Guerra Civil, el 21 de agosto de 1936, fue devastada por el incendio provocado
por el estallido de una granada. Dicen los informes oficiales que tanto los
bocetos, como la biblioteca y los manuscritos de Jovellanos fueron destruidos
aquella mañana, aunque la rumorología, y tal vez los deseos, han especulado
durante años con la posibilidad de que al menos los bocetos permanezcan
enterrados bajo las ruinas. Un tesoro escondido que, de existir aún y ser
encontrados, nos llevaría a escribir otra historia.
Ocupando diferentes locales en el Antiguo Instituto de Jovellanos, finalmente y desde 1991, la Biblioteca Pública de Gijón se
ubica en el antiguo Teatro Jovellanos, que fue sede también de la
sucursal del Banco de España en Gijón. Una construcción majestuosa que recibe a
sus visitantes con unas imponentes columnas en su pórtico de entrada y que, en
su interior, depara no menos asombros.
La Biblioteca en el siglo XXI
Tiene una superficie de 4.600 m² construidos
que están divididos en altura siete plantas, de las que tres están abiertas al
público y lo que equivaldría al sótano acoge hoy el salón de actos, y el resto
están destinadas a depósito y oficinas.
La Biblioteca Pública Jovellanos, declarada Bien de interés Cultural desde el 2010, cuenta en la actualidad con más de 200.000
mil volúmenes, de los cuales 80.000 son de acceso libre, y con un gran número de publicaciones periódicas además de
materiales audiovisuales. Hablamos de una biblioteca que en el año 2012 efectuó un total de 203.823
préstamos y recibió 215.138 visitas, teniendo inscritos 88.470 usuarios adultos
y 2.209 infantiles.
El tesoro: su fondo antiguo
Los más de ochocientos documentos, entre mapas
y planos, que contiene el fondo cartográfico de la biblioteca suponen un
llamativo atractivo para el visitante quien puede encontrar unos trescientos
textos anteriores a 1901.
Asimismo, entre el fondo antiguo que custodia y que
abarca desde el siglo XV al XIX, hay que destacar dos incunables: Opuscula de San Buenaventura (Brescia, 1495) y
la Crónica del rey don Pedro y de los reyes
Enrique y Juan I de Castilla de Pedro López de Ayala (Sevilla,
1495). A ellos hay que añadir, veintiún libros del siglo XVI, cincuenta y nueve obras del XVII, trescientos cincuenta y cinco títulos del XVIII, así como dos mil
cuatrocientos cincuenta y seis del siglo
XIX. Así, algunos de los títulos de los que cobija esta colección son el Arte de enfrentar de Francisco Pérez de Navarrete
(Madrid, 1626), La Conjuración de Catilina y la Guerra de
Jugurta de Salustio (Madrid, 1772), obra
maestra de la imprenta de Ibarra, y el célebre Viaje a España de
Antonio Ponz (Madrid, 1787-1794).
Un archivo inmenso, con una apasionante
historia a sus espaldas, que obliga a no quedarse en una sola visita.
Fuente: biblioasturias.com
Fuente: biblioasturias.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario