Manuel
C. Díaz
Especial/El
Nuevo Herald
Carmen
Posadas (Montevideo, 1953), reside en Madrid desde 1965. Ya en 1997, con su
colección de relatos Nada es lo que parece, quedó consagrada como una autora de
éxito entre lectores y críticos. Distinción que ya había alcanzado con la
publicación, un año antes, de su novela Cinco moscas azules. Sus libros, entre
cuentos infantiles, ensayos y novelas, pasan de 40 y han sido traducidos a más
de 20 idiomas. Uno de ellos, Pequeñas infamias, obtuvo el Premio Planeta de
1998. Sin embargo, a pesar de la diversidad de su obra, Posadas parece haber
encontrado en las biografías noveladas y las novelas históricas, su propio
nicho genérico. Todo comenzó con La Bella Otero (Planeta, 2002), en la que se
cuenta la vida de una cortesana de origen español que llegó a Francia y se
convirtió en uno de los personajes más fascinantes de la Bella Época. A esa
exitosa novela le siguió La cinta roja (Espasa, 2008), basada en la historia de
Teresa Cabarrús, una ambiciosa mujer que, tanto durante el reinado de Luis XVI
y María Antonieta, como en los tiempos del Terror y los del Imperio
Napoleónico, fue, indistintamente, aventurera, espía, prostituta de lujo,
amante de asesinos, revolucionaria y princesa.
Es
en ese mismo tenor –pero con un trasfondo más complejo– que Posadas regresa con
una nueva novela titulada El testigo invisible (Planeta, 2013), ambientada en
los últimos tiempos del zarismo y en los comienzos de la revolución
bolchevique, y que la autora presenta en la Feria Internacional del Libro del
Miami, coordinada por el Miami Dade College.
Desde
Madrid, Carmen Posadas nos habla de su nueva novela.
En
El testigo invisible se narran no solo los últimos días de la
familia imperial rusa, sino también la cotidianeidad de sus vidas en el palacio
Aleksandr antes de su derrocamiento. ¿Qué fue lo que la atrajo hacia ese tema?
Mi
padre estuvo de embajador de Uruguay en Moscú en los años 1970 y yo me casé
allí. Desde entonces tengo especial cariño hacia el pueblo ruso. En mi novela
quería retratar no solo la vida de los grandes personajes históricos, sino
también la vida cotidiana de las personas corrientes en un momento tan extremo
como la revolución rusa.
Las
novelas históricas y las biografías noveladas parecen estar de moda en España.
¿Hay diferencias entre unas y otras?
Las
novelas históricas eligen como telón de fondo un momento puntual. Hablan, no
necesariamente, de personajes célebres. Pueden tener por protagonista a un
panadero, un soldado, y utilizarlo para que se relacione con personajes
históricos atractivos. La biografía novelada trata, como su propio nombre
indica, de la vida de un personaje célebre y sus andanzas. Es verdad que ambos
géneros están de moda. Es verdad también que la palabra “novela” permite
fantasear e inventar todo lo que el escritor desee. Personalmente yo no lo
hago. Todo lo que se cuenta en El testigo invisible es fiel a lo sucedido en la
realidad. Yo no quería escribir la enésima novela sobre cómo se salvó
Anastasia, por ejemplo. Las pruebas de ADN han demostrado de forma rotunda que
toda la familia murió en Ekaterimburgo. Pienso que la historia es ya tan
romántica, tan potente y deslumbrante que no hace falta inventarse nada.
Su
novela está narrada desde el punto de vista de uno de los criados, Leonid
Sednev, el único que salió con vida de la casa Ipatiev la noche que asesinaron
a toda la familia imperial. ¿Es Leonid un personaje real o de ficción?
En
efecto existió. Los lectores curiosos pueden “googlearlo” y ver incluso su foto
en internet. Tenía 14 años, fue pinche de cocina y, por lo visto, escribió unas
memorias que, lamentablemente, se han perdido. Sobre su vida posterior a la
muerte de la familia, se sabe que luchó en las filas del Ejército Blanco y
luego hay dos teorías. Unos dicen que murió en las purgas de Stalin y otros
afirman que emigró a Sudamérica. Yo tomo esta segunda posibilidad y me lo llevo
a Uruguay (donde hay, por cierto, una colonia de rusos llegados al norte de mi
país en esos años y que aun conservan sus costumbres, su religión, etc.). Lo
hago así porque quería que el viejo Leonid recordara lo vivido y contara su
historia una vez transcurrido el tiempo. De este modo, podía reflexionar sobre
lo ocurrido y aportar al lector todos los descubrimientos más recientes sobre
la vida y la muerte de los Romanov. La vida del viejo Leonid es la única parte
de ficción que hay en la novela, pero todo lo que él cuenta sobre su
experiencia con la familia imperial, sucedió realmente.
Ya
sea que la historia se convierta en un pretexto para narrar una ficción, o que
los hechos históricos predominen claramente sobre los inventados, lo cierto es
que en ambos casos el escritor tiene que ser un poco historiador y un poco
novelista. ¿Hay en esta novela más ficción que realidad? ¿O viceversa?
Como
digo, todos los hechos narrados son históricos. Como es lógico, he tenido que
ficcionalizar ciertos pasajes. Por ejemplo, los diálogos que aparecen en la
novela son una recreación. Es un trabajo laborioso pero apasionante. Lo mismo
ocurre con escenas importantes o históricas. Leonid Sednev, antes de ser pinche
de cocina fue deshollinador. Su tarea consistía en limpiar los conductos de
enormes estufas con las que caldeaba el palacio. Esto le permitía ver, a través
de las rejillas de ventilación, muchas cosas que ocurrían en los salones de
palacio. Por eso el libro se llama El testigo invisible.
El testigo invisible está escrita con la minuciosidad de un
texto histórico y la fluidez narrativa de una gran novela. ¿Cómo logró
armonizar ambos elementos?
¡Gracias
por el piropo! Es justo el efecto que yo deseaba alcanzar. En este tipo de
libro uno camina por el filo de la navaja. O se cae en la pedantería de aburrir
al lector con un montón de datos, cifras y fechas; o se queda uno corto y
presenta un libro demasiado frívolo. El truco, creo yo, está en poner el
énfasis en lo que los franceses llaman la petite histoire, las anécdotas, los
datos curiosos; los cotilleos, incluso.
La Bella Otero y La cinta roja, aunque ambientadas en
épocas importantes, no tienen la grandiosidad de El testigo invisible.
¿Considera que esta es su novela más ambiciosa hasta la fecha?
Estoy
muy contenta porque tanto la crítica como los lectores consideran que esta es
mi mejor novela. Para un escritor no hay nada tan satisfactorio como eso.
Los
avances tecnológicos de los últimos años han tenido un impacto significativo en
la industria editorial. ¿Cómo ve el futuro del libro impreso? ¿Sobrevivirá?
!Uf!
A veces me siento como un dinosaurio en vías de extinción... No, ahora en
serio. Por supuesto estamos ante nuevos retos y hay que reinventarse. Dicho
esto, también es verdad que se están produciendo fenómenos muy interesantes,
como los libros que nacen en internet. Estos libros y estos autores, gracias a
la red, tienen un camino directo para llegar a los lectores.
Sábado
23, salón 3209, 12:45 p.m., panel del Instituto Cervantes, y domingo 24, salón
3209, 6 p.m., ‘Conversaciones transatlánticas’.
manuelcdiaz@comcast.net
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