Un consejo para escritores principiantes.
Durante una visita a la Web de Aidan Chambers (el más
reciente ganador del Premio Andersen) encontramos el texto que presentamos a
continuación, hasta ahora inédito en castellano. En un estilo muy semejante a
una conversación entre amigos, su autor revela algunas de las claves inherentes
al acto de escribir.
Cuando le solicitamos autorización para traducir y
publicar el texto, Aidan Chambers compartió nuestro entusiasmo con un
"¡Adelante! Me alegro de que les guste mi artículo y ojalá les sirva a sus
lectores".
Esperamos que disfruten de la experiencia de alguien que
suele tomarse el pelo diciendo: "Hace cuatro años empecé a tomar clases de
piano. Tienen suerte de no vivir en la casa de al lado."
El artículo original en inglés se encuentra en el sitio
oficial de Aidan Chambers: www.aidanchambers.co.uk/journalism.htm
El
mejor consejo que puedo dar a alguien acerca del acto de escribir es: Lee
mucho. Si lo piensas, toda escritura es una lectura. Al fin de cuentas, la
escritura tiene por objeto la lectura. Escribo para leer lo que he escrito. ¿Y
quién no lo hace? Y escribo porque quiero comunicarme con los demás, con los
lectores. Por lo tanto, ser escritor significa ser lector desde todo punto de
vista.
Conozco
a muchos escritores. Cada uno de ellos lee tanto por el placer de leer como
'por trabajo'. Y la mayoría lee muchísimo. Como escritor, eres lo que lees.
Aquello que incorporas como lector influye en lo que produces como escritor: la
clase de cosas sobre las que escribes, la manera en que manejas el lenguaje, la
forma en que cuentas historias, compones poemas, construyes obras dramáticas u
organizas tus ensayos. No puedes evitarlo. Así son las personas. Y todos los
artistas, todos los artesanos, aprenden a perfeccionarse estudiando las obras
de los demás, especialmente las de aquellos a quienes admiran y consideran los
mejores. Escribir es a la vez arte y artesanía. Por ello, lo que lees es tan
importante como cuánto lees.
¿Qué
otros efectos produce la lectura? Acabo de revisar el cuaderno de notas que
llevaba mientras escribía mi novela The Toll Bridge. Creo que las lecturas que
he anotado se dividen en cuatro categorías principales:
Lectura que me da
ganas de escribir. Algunos autores,
algunos libros me dan ganas de volcar palabras en el papel. Me estimulan,
despiertan mi apetito, me impulsan a seguir adelante en tiempos tediosos y
difíciles. Me proporcionan normas para evaluar mi producción.
Lectura que me
informa sobre lo que necesito saber para escribir mis propios libros. Supongo que la mayoría de las personas lo llama
'investigación'. Para algunos episodios de The Toll Bridge necesitaba
información acerca de temas tales como la fase en la vida de las mujeres que se
denomina menopausia, los efectos y el abordaje terapéutico, y una condición
psicológica particular llamada Estado de Fuga. Entonces me puse a leer libros
de medicina. Necesitaba datos acerca de la historia y la arquitectura del
puente donde transcurre el relato. Y me puse a leer un libro de historia local
acerca del puente. Los juegos eróticos que se llevan a cabo en las fiestas de
adolescentes, la ornitología y mitología del cuervo, la historia de Jano, el
dios de la antigüedad, y mucha otra información la obtuve en los libros. Si
quieres escribir algo, necesitas materia prima para tu trabajo. La lectura de
libros (y, en la actualidad, de material en Internet) es la mayor fuente de
suministro.
Lectura que me enseña
a escribir o que perfecciona mi escritura.
Siempre que leo, parte de mi mente está alerta para descubrir fragmentos que
colaboren con mi propia escritura. Suelo comenzar a leer un capítulo de una
novela y me descubro pensando: "Ésta es una buena manera de
comenzar"; entonces la archivo para adaptarla más tarde a mi propia
producción. Incluso suelo copiar el fragmento en el cuaderno que siempre
acompaña a la novela que estoy escribiendo, a fin de no olvidarlo. Muchas
veces, cuando me siento atascado y tengo dudas acerca de la manera de
desarrollar una escena, recorro los estantes de la biblioteca donde se
encuentran mis autores preferidos, los libros que admiro, a la búsqueda de una
escena que me dé una pista o me proporcione un marco de referencia, un modelo
que me permita avanzar. De ninguna manera 'copio' servilmente. Pero existe una
verdad que no suele admitirse públicamente: toda escritura es un robo. Tomas de
otros autores aquello que te ayuda y lo reciclas en algo propio.
Lectura que aleja mi
mente de mi propia escritura.
"Mientras escribía", afirmaba Ernest Hemingway, "necesitaba leer
después de escribir... para no pensar en mi trabajo ni preocuparme hasta el
momento en que lo retomara". Sé por experiencia lo que eso significa. Hay
libros que me dan ganas de escribir y hay libros que me permiten tomar
distancia de mi trabajo y me refrescan. Aquellos que me refrescan y renuevan mi
energía difieren según el libro que esté escribiendo. Mientras escribía The
Toll Bridge, El factor humano de Graham Greene me sirvió para recargar las
pilas tanto como los libros de Paul Auster, Marguerite Duras, Margaret Mahy,
Jan Mark, Kazuo Ishiguro, Cees Nooteboom, Jeanette Winterson y muchísimos más.
De
todo lo anterior, se podría inferir que la lectura es para mí sólo un elemento
que me ayuda en mi trabajo. Y de ninguna manera es así. En primer lugar soy
lector y luego escritor. La lectura hace de mí quien soy. La escritura me
transforma. Estaría perdido si no leyera, no sabría quién soy. Al leer lo que
he escrito, descubro en qué me he transformado.
Dos
sugerencias:
Primera:
Lleva un registro de lo que leas. Nada complicado, simplemente un cuaderno con
una lista de la fecha en que hayas terminado de leer un libro, su título y
autor. Leer es como viajar. Es importante saber dónde has estado porque, de lo
contrario, es fácil olvidarse.
Segunda:
Aprende a leer lentamente y aprende a escuchar lo que estás leyendo como si se
tratara de una lectura en voz alta. Toda lectura, toda escritura consiste en
utilizar el lenguaje. Presta atención tanto a la manera en que se utiliza el
lenguaje como cada uno de sus elementos: el sonido de su música, sus ritmos y
tonadas, su cadencia, sus pausas, su síncopa y sus armonías, sus discordancias
y polifonías, aquello que se dice y aquello que no se dice. Para lograrlo es
necesario que leas con la suficiente lentitud como para escuchar el sonido de
su música en tu cabeza. (Si te resulta difícil escucharlo dentro de tu cabeza,
léelo en voz alta).
Si
actúas de esta manera, alcanzarás el objetivo de toda lectura y toda escritura,
que es el siguiente: disfrutarla tanto como para hacer de ella un motivo de
goce permanente y vivir la vida en plenitud.
Traducción del original en inglés: Laura Canteros.
© Aidan Chambers 1993.
Fuente originaria: www.imaginaria.com.ar
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